CUMBRES
Las más altas cumbres detuvieron
el tañido silencioso de los cóndores
los vitales rios cordilleranos
se congelaron aguantando el llanto
Nos dejaron y a tu lado van
con pasitos tranquilos de niña
Nos dejaron y a tu lado van
con sonrisas de tarde serena
Nos dejaron y a tu lado van
y en este mundo nos queda la herida
Nos dejaron y a tu lado van
y en este mundo nos queda la pena
Hoy mientras nadie miraba
el desierto floreció en despedida
con colores que sólo conocen
los ángeles custodios
y quienes en sus brazos dormían
Francisco Ortúzar
29 agosto 2008
26 agosto 2008
"Lugares comunes"
Me tocó ver con Eduvigis, esta película realizada en Argentina el año 2002.
Fernando Robles (Federico Luppi) es porteño, ya ha cumplido los sesenta y es profesor de pedagogía en la universidad. Enseña a enseñar. Lleva toda la vida casado con Liliana Rovira (Mercedes Sampietro), española, hija de catalanes, que trabaja como asistente social en barrios marginales de Buenos Aires. Se quieren, se respetan, son leales. Nunca se aburren estando juntos, les gusta estar solos. Se conocen profundamente, se aceptan, se pelean sin odio, se divierten. Son amantes, socios, amigos, cómplices. Ninguno de ellos concibe la vida sin el otro. Tienen un hijo, Pedro (Carlos Santamaría), casado y con dos hijos, que tiene un buen trabajo en Madrid, donde vive en una urbanización de clase media acomodada. Ambos sobrellevan con esfuerzo y resignación las ausencias, las privaciones, la incertidumbre del futuro, la falta de proyectos, la desesperanza. Pero el mundo plácido y reflexivo de Fernando se ve profundamente alterado cuando recibe sin previo aviso la comunicación oficial en la que le informan de su jubilación forzosa, un hecho que va a cambiarle la vida.
Sin embargo, cabe destacar esta escena: aquí el actor principal tiene una conversación con una señora, a quien desconoce, sobre el amor fiel del hombre casado hacia su mujer. Diálogos van y vienen. El contenido no puede ser más lleno: por un lado la transparencia, fidelidad y veracidad, por otro la aceptación y la emoción que lleva consigo esa sinceridad. Sin duda, una de las partes más profundas y hermosas de la película. Cien por ciento recomendable al público que aún cree que la lealtad no es algo pasado de moda.
Fernando Robles (Federico Luppi) es porteño, ya ha cumplido los sesenta y es profesor de pedagogía en la universidad. Enseña a enseñar. Lleva toda la vida casado con Liliana Rovira (Mercedes Sampietro), española, hija de catalanes, que trabaja como asistente social en barrios marginales de Buenos Aires. Se quieren, se respetan, son leales. Nunca se aburren estando juntos, les gusta estar solos. Se conocen profundamente, se aceptan, se pelean sin odio, se divierten. Son amantes, socios, amigos, cómplices. Ninguno de ellos concibe la vida sin el otro. Tienen un hijo, Pedro (Carlos Santamaría), casado y con dos hijos, que tiene un buen trabajo en Madrid, donde vive en una urbanización de clase media acomodada. Ambos sobrellevan con esfuerzo y resignación las ausencias, las privaciones, la incertidumbre del futuro, la falta de proyectos, la desesperanza. Pero el mundo plácido y reflexivo de Fernando se ve profundamente alterado cuando recibe sin previo aviso la comunicación oficial en la que le informan de su jubilación forzosa, un hecho que va a cambiarle la vida.
Sin embargo, cabe destacar esta escena: aquí el actor principal tiene una conversación con una señora, a quien desconoce, sobre el amor fiel del hombre casado hacia su mujer. Diálogos van y vienen. El contenido no puede ser más lleno: por un lado la transparencia, fidelidad y veracidad, por otro la aceptación y la emoción que lleva consigo esa sinceridad. Sin duda, una de las partes más profundas y hermosas de la película. Cien por ciento recomendable al público que aún cree que la lealtad no es algo pasado de moda.
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